Denise Dresser es una de las politólogas más reconocidas de México. Yo particularmente le agradezco sus ganas de poner todo lo que sabe a disposición de la gente que no está formada en los vericuetos de la Ciencia Política o de la Sociología; en su libro México: lo que todo ciudadano quisiera (no) saber de su patria, su programa de televisión (ya cancelado) El país de uno, y su columna en el diario Reforma, Dresser se esfuerza por aplicar todo su conocimiento y transmitirlo de una manera sencilla y muchas veces valiente. Denise Dresser no se ha detenido para denunciar a quienes considera culpables de los males de México. Y ha pagado un precio por ello.
Afuera de los libros, programas y columnas que acabo de mencionar, y de su participación en el noticiario que conduce Carmen Aristegui en MVS Noticias 102.5 (Por si no te has enterado, ¡ya regresó!, lunes a viernes de 6 a 10 am), Dresser está casi vetada de los medios de comunicación. No la verás ni en Televisa ni en TV Azteca, y ello se debe a que Dresser ha señalado muchas veces que ellos tienen gran parte de la responsabilidad de la enorme crisis económica, política, y sobre todo moral que vive nuestra nación.
Prueba de ello es lo que ocurrió el jueves pasado. El Senado de la República está haciendo un foro llamado México ante la crisis: ¿qué hacer para crecer?, en el cual han invitado a expresidentes, gobernadores, representantes de la Banca y la Iniciativa Privada, con la supuesta intención de establecer un pacto que nos salve a todos de esta espantosa crisis económica que amenaza con tragarnos.
Pues bien, aquellos que hayan visto los noticiaros estelares de Televisa y TV Azteca pudieron enterarse de la sesión donde participó la Dra. Dresser; y quizá la hayan visto sentada al lado de diversos personajes, pero en ningún momento transmitieron alguna parte de su discurso.
¿Por qué ocurrió esto? puede haber varias razones, pero creo que una de ellas es que Dresser dijo cosas bastante incómodas para las cadenas televisivas (y para muchos más), pero profundamente certeras, y necesarias para todos los que vivimos en México. (Si te interesa leer su discurso, puedes hacerlo aquí).
Dresser aseguró que la crisis va más allá de los problemas que nos dejó George Bush: el nuestro es un caso mucho más grave, porque involucra a un "Capitalismo de Cuates", en donde la iniciativa privada pasó de ser la aliada del Estado Mexicano (durante los gobiernos priístas) a convertirse en su dueña.
Al debilitarse el Estado durante los años 90 del siglo pasado (luego de sufrir diversos golpes, como la pérdida de legitimidad en 1968, las crisis económicas de 1976, 1982, 1987 y 1994; además de la fractura al interior del PRI en 1987 y el desastre que fue la elección de Carlos Salinas, a lo que podemos sumar el levantamiento Zapatista y los asesinatos de Colosio y Ruiz Massieu), otros poderes aprovecharon la situación para alejarse de la imposición gubernamental.
La Iglesia empezó a participar cada vez más en la vida pública mexicana; los medios de comunicación ya no podían depender del dinero que les diera el Estado y tuvieron que enfocarse en la sociedad; el crimen organizado ya no tuvo encima al Gobierno que los controlaba con dos herramientas: la violencia y el dinero; y la iniciativa privada vio su momento dorado para sacudirse el yugo estatal.
A finales del sexenio de Lázaro Cárdenas, se estableció un pacto tácito entre la iniciativa privada y el Estado Mexicano: ella se comprometía a apoyarlo en cualquier circunstancia, a cambio de contar con toda clase de ayudas para desarrollarse en el país. Y la ayuda más importante fue la de asegurarle que no tendría competencia y sería dueña absoluta del mercado mexicano.
En los años del Desarrollo Estabilizador, con una economía mixta y un Estado proteccionista, la iniciativa privada pudo florecer, puesto que no tenía que enfrentarse con ningún competidor (ya que las puertas mexicanas estaban cerradas al comercio internacional), y además contaba con las ayudas económicas que necesitara para afianzarse como un gran poder nacional; pero siempre a cambio de respaldar absolutamente las decisiones gubernamentales.
El pacto funcionó de maravilla hasta los años 70, cuando la violencia provocada por la furia del Estado se desbordó y Eugenio Garza Sada, uno de los pilares de la iniciativa privada mexicana, fue asesinado por un comando guerrillero. Luego de eso llegaron las crisis económicas de 1976 y 1982, y la apertura comercial de México, al entrar al GATT y posteriormente a la OMC.
Cuando el PRI perdió la mayoría en el Legisltivo en 1997, y la presidencia en el 2000, el equilibrio de poderes también se rompió. El "Capitalismo de cuates" siguió funcionando, pero ahora los empresarios eran la pieza fuerte en ese juego. Fueron los años en que Carlos Slim empezó a comprar empresas para convertirse en el hombre más rico del mundo, mientras que Ricardo Salinas Pliego compraba la televisión estatal para usarla a su antojo, y Lorenzo Servitje presionaba a sus socios comerciales para que retiraran toda la publicidad a CNI Canal 40, luego de que éste se atrevió (por vez primera en la historia) a denunciar a Marcial Maciel, líder de los Legionarios de Cristo, por pederasta.
El resto de la historia la sufrimos todos los días: pagamos la telefonía fija y celular más cara del mundo, tenemos sólo dos grandes cadenas televisivas (y las pequeñas tienen que plegarse a lo que las grandes decidan), pagamos los intereses bancarios más altos del planeta, tenemos que sufrir los monopolios a pequeña y gran escala (como los taxistas del Aeropuerto de la Ciudad de México) y no le podemos comprar gasolina más que a la única empresa autorizada en México para venderla:PEMEX.
El "Capitalismo de Cuates" es un gran enemigo de la Libre Empresa: no permite la competencia ni le interesan sus consumidores; todo lo que quiere es adueñarse de un mercado y controlarlo de manera absoluta. Si a lo anterior le sumamos que la antigua relación de alianza con el Estado se ha convertido en sumisión por parte de ésta, podemos entender muchos de los problemas que ahora vivimos.
El "Capitalismo de Cuates" favorece la concentración de la riqueza, lo que perpetúa el subdesarrollo mexicano y hace que millones de personas en este país no tengan un futuro.
Madame Calderón de la Barca (a quien, debo decirlo, Dresser cita mal en su discurso, pues vivió en México en el siglo XIX y no en el XVII, como la Dra. mencionó) y Alexander von Humboldt se maravillaron de muchas de las cosas que vieron en México, pero si algo llamó su atención fue la enorme riqueza del país y la gran pobreza que vivía a su alrededor. Este desequilibrio ha perdurado hasta el día de hoy y sólo desaparecerá cuando los ciudadanos mexicanos estén dispuestos a terminar con él. Esfuerzos como los que hace Denise Dresser pueden llevarnos a lograr esa meta, pero eso nunca ocurrirá a menos que de una vez por todas entendamos que nosotros, no los partidos políticos ni las oligarquías nacionales, nosotros somos los dueños de este país.
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