Alfonso de María y Campos, director general del INAH declaró a Reforma que el Museo del Ejército Español ya recibió la propuesta por parte de las autoridades mexicanas de escoger dos banderas de entre cinco que están en nuestro Museo Nacional de Historia.
En próximos días llegarán a México los enviados del Museo del Ejército para examinar las banderas españolas que están en nuestro país, para decidir cuáles quieren y formalizar la permuta de la que ya hablamos en este blog.
Yo creo que, tomando en cuenta los festejos de 2010, que México y España intercambien las banderas que caputaron durante la Guerra de Independencia es un buen paso para cerrar definitivamente las heridas que nos provocamos no sólo durante el periodo 1808-1821, sino más allá. Fernando VII no quiso ser Rey de México en 1821, lo que desarmó el primer proyecto político netamente mexicano y propició que Agustín de Iturbide se convirtiera en Emperador. Ocho años después Isidro Barradas comandó una expedición que intentó reconquistar nuestro país y fracasó estrepitosamente en Tampico. A cambio, el gobierno mexicano promulgó un edicto expulsando a todos los españoles que todavía residían en México, y que obviamente tenían familias, negocios, amigos y una vida hecha en nuestro país. A pesar de que en 1839 reestablecimos relaciones y recibimos al primer embajador español (Don Ángel Calderón de la Barca, acompañado de su famosa esposa Frances Erskine Inglis), el trato no fue siempre cordial. Escritores como Francisco Bulnes culparon a España de haber provocado la intervención francesa de 1862 y el Segundo Imperio Mexicano. Cuando Cuba se independizó de España en 1898, los mexicanos apoyamos a la nación caribeña (porque también existía en proyecto de anexarla a México, como alguna vez imaginó Agústin de Iturbide).
Tuvo que llegar la Guerra Civil Española para que esa relación comenzara a cambiar. Es cierto que en 1910 el marqués de Polavieja, embajador español en México, nos regresó el uniforme del Generalísimo José María Morelos y Pavón, lo que fue un gesto de buena voluntad por parte de España; pero fue hasta el sexenio del Presidente Lázaro Cárdenas cuando la relación Mexico-España cambió. Los niños de Morelia y los grandes maestros que tuvimos en la UNAM, el Instituto Politécnico Nacional y El Colegio de México son prueba de ello.
Sin embargo, también hay que decir que esa relación tampoco ha sido sencilla durante el siglo XX. Con Francisco Franco fue ambivalente: las relaciones diplomáticas eran mínimas, puesto que México reconocía al gobierno de la República Española (el cual se instaló en nuestro país), pero al mismo tiempo existía una fuerte relación económica y hasta mediática: no por nada tuvimos por aquí a Raphael, Rocío Durcal, Manolete, Rocío Jurado y hasta a Pili y Mili.Nosotros les mandamos a Enrique Guzmán, Jorge Negrete y María Félix.
En su libro El cactus y el olivo, Lorenzo Meyer señala que nuestra relación con España no ha sido fácil debido a la suma de indiferencias y rencores mutuos. No se hizo realidad el proyecto borbónico de llevar a los jóvenes novohispanos a la metrópoli para que se casaran con las hermosas españolas, y viceversa. No pudimos construir una comunidad económico-cultural como la que si tuvieron (y tienen) Estados Unidos e Inglaterra.
Es hasta ahora que empezamos a hacerlo. Por un lado, la revista Letras Libres tiene una edición española, pensada para que exista un diálogo entre los intelectuales de ambos lados del charco; por otra parte, las inversiones españolas en nuestro país y el resto de Latinoamérica son muy importantes.
Sin embargo, todavía no es suficiente. Falta una mayor voluntad de ambos lados para que esa relación se fortalezca, a pesar de los rencores pasados y los intereses presentes.
El intercambio de banderas podría ser un primer paso para lograrlo. El pasado siempre nos rodea, y 2010 puede ser una excelente oportunidad para enmendar los errores del ayer y construir un mañana más propicio para todos.
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